¿Estamos realmente adaptados genéticamente a la paleodieta?

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Mucho se ha hablado y debatido sobre este «moderno» estilo nutricional adaptado a la dieta que seguían nuestros antepasados y, digo estilo nutricional, porque, a pesar de lo que pueda simbolizar su nombre, la paleodieta no es una dieta como popularmente hoy en día conocemos, sino un plan nutricional basado en la alimentación más antigua del ser humano.

Para asemejarnos, actualmente, a la alimentación que nuestros ancestros cazadores-recolectores llevaban, este plan se basa fundamentalmente en eliminar ciertos alimentos de la dieta actual como son: los cereales, lácteos, azúcares refinados o productos procesados. Pero, ¿está, aún, nuestro cuerpo genéticamente adaptado a la alimentación paleolítica?

Si atendemos a diferentes autores, estas bases pueden seguir distintos patrones de incidencia o importancia, haciendo mayor hincapié en unas restricciones u otras; pero en líneas generales, la paleodieta se rinde a estos pilares. Un estilo de alimentación que no requiere de comidas específicas, ni de gramos concretos (por eso decimos que no es una dieta) sino del seguimiento de unas pautas o patrones concretos de alimentación.

Nacimiento y fundamentos de la paleodieta

Si nos remontamos a la década de los años 70, la paleodieta surge de la mano del gastroenterólogo Walter L. Voegtlin, momento en que comenzó a popularizarse y extenderse siendo adaptada y promulgada por gran cantidad de autores e investigadores. Por decirlo así, el comienzo de los años 70 fue el nacimiento del movimiento nutricional que hoy en día conocemos, popularmente, como paleodieta.

Un plan nutricional que se basa en el consumo de frutas, vegetales, proteínas magras, frutos secos, raíces y semillas

Con el paso de los años, y atendiendo a las diferentes aplicaciones que siguieron al movimiento nutricional, la ciencia comenzó a investigar posibles inconvenientes y beneficios que representaba un plan alimenticio con restricciones tan importantes para la era actual.
Si nos fijamos, por ejemplo, en la relevancia nutricional que han adquirido ciertos alimentos «modernos» como los carbohidratos (que representan el primer eslabón de nuestra actual pirámide alimentaria), podemos darnos cuenta del impactante cambio nutricional que llega a suponer la paleodieta, plan alimenticio que los restringe en su base nutricional.

La premisa de este plan nutricional está basado en la ingesta de frutas, vegetales, hortalizas, proteínas animales, huevos, frutos secos, raíces, aceites de origen no vegetal y semillas, fundamentalmente, y excluyendo otros alimentos, actualmente masificados, como son los cereales, los productos lácteos, el azúcar refinado< y todo tipo de aceites procesados.

¿Está, aún, nuestra genética adaptada a este plan alimenticio?

La explicación en que se basan los pilares de la paleodieta viene de la mano de la predisposición genética humana adquirida durante un tiempo que representa la mayor parte de la existencia humana. Es decir, esta forma de alimentarse se siguió durante un período temporal de más de 2,5 millones de años, toda una evolución, hasta el momento en que apareció la agricultura que, únicamente, se remonta a unos 10.000 años de antigüedad.

Y muchos diréis: ¿únicamente 10.000 años de antigüedad?, evidentemente 10.000 años son muchos, muchísimos, pero si lo comparamos con los 2,5 millones de años durante los cuales el hombre se gestó y acostumbró genética y metabólicamente a este tipo de alimentación, realmente, sí, 10.000 años son poco.
Para que nos hagamos una idea más visual, si concentrásemos toda la evolución humana a un año temporal, el hombre se habría alimentado de este modo durante 364 días, momento en el cual surgió la agricultura y ganadería y los patrones comenzaron a modificarse.


Soy consciente de que aquí llega el meollo de la cuestión: ¿está realmente nuestro cuerpo, de modo genético, ligado a este tipo de alimentación debido a la gran cantidad de años que se basó en ella?

¿Significa esto, que nuestro cuerpo se ve realmente afectado por alimentos que hoy en día son recomendados e incluidos masivamente en nuestra dieta y para los cuales no está preparado metabólicamente?

Si personalmente, a pesar de no ser ni científico ni avalado, tuviese que contestar a esta pregunta, basádome en mi propia experiencia, diría que sí. Y es más, diría que solamente tenemos que echar un vistazo y fijarnos en cómo ha evolucionado nuestra salud, en términos generales, durante la era moderna: la cantidad de intolerancias surgidas y, sobre todo, los problemas autoinmunes, enfermedades cardiovasculares y los datos de sobrepeso de los que somos testigos.

La evidencia científica: ¿es realmente efectiva la paleodieta? ¿para qué o para quién?

Pero como mi opinión o mis vivencias no avalan ninguna teoría, en una próxima entrada vamos a ver lo que realmente importa: la evidencia científica. Qué beneficios se han vinculado a este tipo de plan alimenticio, qué tipo de personas pueden beneficiarse de lo que aporta esta alimentación o si, simplemente, estamos ante una moda nutricional (con 2,5 millones de años de «moda») sin trasfondo real.

Problemas de sobrepeso: calidad nutricional

Si atendemos a la cifras de sobrepeso que actualmente rondan nuestro país, está claro que el modelo de alimentación que llevamos, siempre generalizando, no es ni mucho menos el adecuado. Pero, ¿es mejor la paleodieta en este aspecto?

El fin de la paleodieta dista mucho del de adoptar un nuevo estilo de alimentación para adelgazar, sino más bien el de crear un nuevo estilo de vida. Evidentemente, una persona que quiere perder peso lo puede hacer por la vía convencional: dieta hipocalórica y ejercicio. Pero a pesar de esto, la paleodieta también puede ayudarnos en este propósito.

Recordad que partimos de un plan alimenticio donde eliminamos el consumo de alimentos poco recomendable (lo que generalmente va acompañado de altamente calóricos), lo que sin lugar a duda puede ayudarnos alcanzar más fácilmente la dieta hipocalórica que necesitamos: al final, todo se acaba reduciendo al déficit calórico.
Pero lo realmente significativo es que la evidencia científica ha demostrado que una dieta baja en carbohidratos es más eficaz en la reducción de peso corporal que la alimentación convencional.

Siguiendo por esta línea, según otro trabajo de la Universidad de Estado del California, tras diez semanas de seguimiento a sujetos sanos de ambos sexos de entre 20-24 años de edad, la dieta paleolítica concluyó en mejoras respecto a la composición corporal, con reducciones de peso y grasa.

A pesar de que éste no sea el objetivo primordial de la paleodieta, este plan nutricional también puede ser un buen aliado en la reducción de grasa corporal, incluso, aunque no lo sigamos estrictamente, podemos utilizar sus bases nutricionales para adelgazar.

Riesgo cardiovascular: dieta sin azúcares refinados

Cáncer, hipertensión, sobrepeso, obesidad, memoria, salud dental: de esto hablamos cuando hablamos de azúcar.Más claro el agua, ¿no creéis?

Si un plan alimenticio, como la paleodieta, elimina de raíz el masivo consumo de azúcar que tenemos hoy en día, seguro que mal…no nos va a ir. Pero, como siempre, vamos a ver lo que confirma la ciencia

Multitud de estudios avalan la relación directa entre el consumo de azúcar y el riesgo cardiovascular, pero, además de este dato, estudios llevados a cabo por el Departamento de medicina de la Universidad de California, confirman el cambio metabólico y las mejoras fisiológicas en pacientes que comienzan el seguimiento del plan alimenticio paleolítico.

LOS RESULTADOS observados en comparación con una dieta tradicional contemporánea, muestran reducciones asociadas a la distensibilidad arterial, el colesterol total, las lipoproteínas de baja densidad y los triglicéridos, siendo los resultados de todos los pacientes 100% unidireccionales y a corto plazo.

En el siguiente gráfico podemos ver el efecto de la dieta paleolítica en las variables metabólicas:

Enfermedades autoinmunes: dieta baja en carbohidratos y diabetes

Pero, además, si nos fijamos un poco más en los datos de este último estudio podemos ver que, dentro de las variables metabólicas presentadas, las conclusiones reflejan lo siguiente:

«Incluso un consumo a corto plazo de una dieta tipo paleolithic mejora la BP y la tolerancia a la glucosa, disminuyendo la secreción de insulina y aumentando su sensibilidad.

Hace un tiempo hablábamos precisamente del papel que juegan las dietas bajas en carbohidratos dentro de la alimentación en personas con enfermedades autoinmunes, como puede ser la diabetes tipo1.

Los tratamientos pre-insulínicos se basan en dietas bajas en CH, como es el caso de la paleodieta

De hecho, las últimas recomendaciones de las que nos hacíamos eco por parte de la ADA (American Diabetes Association), mostraban que precisamente una dieta baja en carbohidratos puede ser, además de útil, una medida efectiva en personas diabéticas.

La revisión científica ha demostrado en multitud de trabajos, que dietas bajas en carbohidratos, como la paleolítica, se relacionan con beneficios directos en personas diabéticas, tanto tipo 1 como tipo2.
De hecho, la revisión de las historias clínicas de Frederick M. Allen mostró que en la era-preinsulínica, los tratamientos dietéticos más comunes para la diabetes mellitus se basaban, precisamente, en dietas similares a la de nuestros antepasados, altas en grasas (70%) y bajas en hidratos (8%).

Conclusiones

A pesar de la controversia que genera el «tema paleodieta», lo cierto es que la evidencia científica se pone de su parte en ciertos aspectos beneficiosos y eficaces a la hora minimizar riesgos como la obesidad o los problemas cardiovasculares; además de demostrar que este tipo de dietas restrictivas pueden llegar a ser la herramienta fundamental, nutricionalmente hablando, para combatir y tratar enfermedades autoinmunes tan extendidas como la diabetes tipo1.

Dieta ejemplo

¿Qué alimentos podríamos tomar y cómo incluirnos en nuestro día a día? Un ejemplo práctico de lo que podría ser una dieta saludable y equilibrada dentro de los patrones en los que se basa la paleodieta.

Recordad que la dieta que propongo no es una dieta concreta para nadie, sino un ejemplo generalizado en el que he utilizado unos datos, al azar, para elaborar una tabla de dieta ejemplo. Como en cualquier plan alimenticio, aunque este nos sirva de ejemplo para hacernos una idea, cada uno deberá modificar y amoldar alimentos y cantidades a sus propias necesidades.

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